08 mayo 2013

Los padrinos mágicos (2): Atilio, el padrino.

"Atilio, el padrino", podría tener más relación, en apariencia, con Vito Corleone que con Camilo Torres Restrepo; sin embargo, el Atilio del que hablamos y el Camilo que recordamos tienen muchas cosas en común, y su calificativo "padrino" no es más que un sencillo reconocimiento a todo lo que ha hecho por este proceso.

Cuando François tomó el camino de Ezeiza para ir a cualquier otro rincón del planeta a compartir su experiencia y beber del saber popular que se transforma en instrumento de batalla, comenzamos a frecuentar a Atilio Borón. No fue fácil acercarse, lo decimos por sus exteriores: títulos, reconocimiento, oficina y prestigio... sin embargo, cuando se lo conoce de cerca es un hombre abierto, afable, apasionado e inquietante. Pregunta todo el tiempo y mira fijamente detrás de los lentes. Pocos encuentros fueron suficientes para que él pusiera algunas cosas en orden: "Hagan un proyecto y busquemos apoyos... un comité de expertxs y personalidades". Nos puso a trabajar, del verso al texto, de la calidez de la voz a la frialdad del papel. Fue nuestro primer esfuerzo de poner "en limpio" lo que teníamos en la cabeza. (En realidad fue simplemente "un primer borrador" de tantos que no acaban).

Pero, ¿por qué un borrador? ¿por qué un proyecto? El Frente Popular Darío Santillán, Claudia Korol y sus "Pañuelos en rebeldía", y los compañeros de la Red de Hermandad y Solidaridad con Colombia jamás nos pidieron "un proyecto" para echar a andar su solidaridad y apoyo a este esfuerzo. ¿Por qué Atilio Borón nos pedía un documento? ¿Vicio academicista? ¿Fama intelectual? ¿Desconfianza? Quizás un poco de todo, pero con una pizca de más... quería ponernos en contacto con otros y otras alrededor del continente y veía que era una buena carta de presentación un "proyecto". Eso daba solidez y seriedad, podía abrir puertas. Y en efecto, las puertas de La Habana se abrieron con él.

Cuando leyó "el proyecto" puso su máquina en función, desempolvó contactos, refrescó iniciativas y arropó al Colectivo Frente Unido con la frazada del PLED. A veces no tenemos frío o nos gusta andar medio desnudos por el mundo sintiendo el golpe de la brisa porteña en la piel, sin embargo, el gesto siempre generoso de Atilio, su amor por Camilo Torres y su convicción de que la investigación es una pieza clave para los procesos emancipatorios, han sido columnas sólidas en las cuales hemos sostenido muchas veces este proyecto. Atilio ha sabido comprender estos ímpetus juveniles y ha animado nuestras ansias de memoria. Atilio ha sabido frotar la lámpara y establecer diálogos inimaginables para nosotros, y también ha sabido darle vuelta a su sombrero y sacar conejos en formas de archivos, testimonios, relatos y accesos... (y muy de vez en cuando también sabe hacer un llamado de atención). Atilio, consejero, compañero y amigo.

 ¡Atilio, nuestro padrino mágico!

Atilio, leyendo "El amor eficaz"

Volver a Camilo

Siempre me gustó esa sensación de nostalgia que produce el pasado, creo que en parte por eso me hice  Historiadora.

El cambio de siglo me sorprendió ingresando a la Universidad del Valle. Así inauguraba yo el siglo XXI. 

Nunca escuché nada al respecto de Camilo Torres, lo vi por primera vez en el rostro roji-negro gastado en algunas de las paredes de la universidad. A veces, lo veía resucitar cada 15 febrero -fecha de su aniversario- para luego desvanecerse en un largo silencio hasta el próximo 15 de febrero del año siguiente.

La verdad, nunca le presté mucha atención. Hasta que asistí a un re-lanzamiento de un libro-denuncia sobre la voracidad de una empresa papelera, El imperio de cartón: impacto de una multinacional papelera en Colombia (Planeta, 1998). En frente estaba Walter Broderick quien además de presentar su libro de portada verde, exhibía la Biografía de un cura que se había hecho guerrillero, Camilo, el cura guerrillero.

Como estudiante de universidad pública hacía honor a no tener más que lo justo para el café de la tarde. Me acerqué a curiosear el libro como otros más, me tildé en las fotografías, por fin podía ver su rostro nítido.

Me fui a casa con la  curiosidad sembrada y varios días después fui a la biblioteca de la universidad, saqué el libro y como si fuese un rito de iniciación tuve mi primer acercamiento con el cura rebelde. Estaba entrando a lo que se suponía había sido el mundo de Camilo. Eran trozos de Camilo hilvanados en un relato que daba como resultado una versión de su vida.

En esta biografía Camilo me era presentado desde el final de su vida, el relato de su muerte me pareció bastante astuto del escritor, tiró el anzuelo con lo que todo aquel que leyera la biografía no podría desprenderse del libro hasta llegar a la última página.

A cada página empezaba a comprender el por qué de las reivindicaciones lo que hizo que de ahora en adelante prestara más atención al pasar frente al insólito busto de un guerrillero con fusil dentro de los predios de la universidad, de una u otra manera algunas cosas empezaban a cobrar sentido en mi cabeza de niñita clasemediera con sensibilidades sociales pero sin formación política.

Camilo fue un descubrimiento, un descubrimiento fugaz mientras habité y vivencié la experiencia de la universidad, no ahondé más allá de esta biografía de Broderick, así como tampoco me interesó hacer parte de ningún colectivo o grupo militante ni de alusión camilista ni de ningún otro sector, la verdad sea dicha a algunos grupos los encontraba un poco duros, dogmáticos, inflexibles, otros los percibía como militancia de universidad y de exteriores, que muy posiblemente al egresar reconvertirían su vida a otra cosa -algo que luego descubriría había establecido Camilo décadas atrás con algunas apreciaciones al respecto sobre el inconformismo de los jóvenes universitarios- a  otros los veía tan enquistados en la universidad sin un afuera, con la utopía enjaulada en salones de clase o en  asambleas estudiantiles donde se debatía todo y a la vez nada, en un círculo vicioso de "coyunturitis" del cual no podían escapar.

Fue así como preferí aferrarme  -de manera escapista o cobarde quizás- a los libros, a las bibliotecas, a las iniciativas investigativas y académicas expresadas en una revista virtual de historia para estudiantes, en talleres sobre historia oral, algunos con niños de una escuela marginada y despreciada por esa macro-ciudad llamada Cali que ve en estas otras ciudades solo contenedores de migrantes pobres, indios y negros como despectivamente los llaman. Preferí poner mi energía en aquellas mujeres ancianas afro-migrantes cantaoras de arrullos y alabaos del pacífico colombiano, compartir y aprender, lo que me llevó a querer poner eso y otras cosas más por escrito, en la ilusión de compartirlas con otros, algunas escrituras en eventos de historia, en la esperanza de aportar a ese otro campo de batalla que es lo académico y poder así sumar a las luchas, a la memoria, a la historia de los pueblos.

Debieron correr muchas páginas de libros diversos ante mis ojos antes de volver a Camilo. La última vez que lo vi fue en una librería de usados en el centro de mi ciudad. Empolvado entre los libros de segunda mano resaltaba un CAMILO en mayúsculas. Era la biografía hecha por Broderick y que aquella tarde no había podido comprar. Esta vez tenía un poco más que el dinero para el café de la tarde. Lo compré, en la esperanza de  volver a leerlo, en la afirmación de otro lugar, desde la convicción de la vigencia y permanencia de sus ideas, volver a leerlo en la afirmación de otro momento de mi vida mucho más maduro y estable emocional, político y académicamente.

Ocho años después me encontraría mirando el azulado cielo a través de la ventana, con un café de tarde hecho en casa buscando mitigar el frío otoñal de la furiosa Buenos Aires.

Y estaba allí, con un CAMILO en mayúsculas, de páginas ligeramente amarillentas y el olor característico del libro envejecido... Sí, allí estaba yo, en otro momento de mi vida muy distinto al de mi vida  universitaria, sí, allí estaba yo, reencontrándome por fin con CAMILO.

Lorena López Guzmán

La niña permanece fuerte en la 'tormenta', A la hora de los retos, ella nunca se rinde de Hoang Hiep Nguyen, Vietnam, 2013

Los padrinos mágicos (1): Claudia, la madrina.

Así como ninguna obra literaria se escribe sola (aunque la haga un individuo), los procesos de reconstrucción histórica y las tareas de memoria se hacen colectivamente. La búsqueda y los trabajos de memoria de Camilo Torres y del movimiento camilista se iniciaron casi con la misma muerte de Camilo en 1966, pues su vida y su muerte impactaron inmensamente tanto en las conciencias progresistas como en las reaccionarias del continente. Fue una "piedra de escándalo", como anotó su amigo Gustavo Pérez Ramírez. Como prueba de lo que decimos están los artículos periodísticos, los homenajes y los libros escritos de manera prolífica entre 1967 y 1970. Como Colectivo Frente Unido - Investigación Independiente (CFU) sólo estamos sumándonos a la corriente histórica de sistematización, recreación y actualización.

Según lo que hemos indagado hasta ahora en el Cono Sur se vivió con mucho impacto la vida de Camilo y se acogió su mensaje con emoción y compromiso. A la vanguardia estaba el uruguayo Daniel Viglietti con su guitarra y acordes rebeldes y los argentinos Juan García Elorrio y Norberto Habbeger con su militancia y escritura. Por esto, nos fue fácil encontrar eco en militantes e intelectuales de trayectoria política y cultural para avanzar en este propósito de la recuperación de Camilo. Dos de ellos han sido determinantes en este proceso y en las primeras etapas (2010-2011) de este proyecto fueron definitivos: Claudia Korol y Atilio Borón.

Claudia Korol, el corazón de la revolución, la revolución con corazón, nos acogió desde el primer momento que la iniciativa comenzó a darnos vueltas en la cabeza. Desde la editorial América Libre y el Equipo de Educación Popular "Pañuelos en rebeldía" impulsó nuestra propuesta, la ayudó a compartir, a divulgar, a hermanar. Claudia ha comprendido claramente lo que consiste "el amor eficaz" y la militancia revolucionaria comprometida. Es una militante integral, coherente, consistente... Para ella, Camilo es un referente que ilumina, pero también un compañero que acoge, escucha, comparte y sueña con nosotros y nosotras en el caminar diario. En la presentación que hizo para "El amor eficaz"* comparte las urgencias y las vigencias de las búsquedas de la reconstrucción histórica y la recuperación de la memoria:

"Volver a Camilo (...) es una forma de buscar uno de nuestros posibles orígenes. Es un intento de caminar con la memoria en el cuerpo. Es la decisión de no renunciar a todas las posibles batallas. (...) Vuelvo a Camilo por lo que tiene de frontera entre todas esas posibilidades, y el imaginario latinoamericano que lo volvió leyenda, como al Che, como a Salvador Allende.

El alma encantada de América Latina, está poblada de mitos, de secretos, de fantasías, que en los mismos años de Camilo y de Salvador, o de Che, se hicieron literatura en Macondo, se burlaron del mundo poblándolo de cronopios (...) se volvieron poemas de emergencia y hasta cantos de fogones. (...) Cronopios guerrilleros, el Che, Camilo... quijoteando sus razones para que los pueblos crean, no en aquellos héroes, sino en sus propias fuerzas. (...) Ni ellos imaginaron cuánta leyenda crearían con sus ganas de vivir otra vida. Cómo regresarían de las muchas muertes
".

Desde aquellos primeros pasos, cuando este proyecto era menos boceto que ahora, cuando dábamos cuerda libre a nuestro barrilete de memoria para que volara libre por el cielo del pasado y el presente y ayudara a acercar-nos a Camilo, Claudia estuvo con nosotros y nosotras. Claudia es nuestra Camila en acto con su alegría, su entereza y su potencia creadora que se alimenta de la misma savia que Camilo: su fe inquebrantable en el pueblo y su convicción eterna en la victoria.

¡Claudia... nuestra madrina mágica y encantada!

Claudia Korol: la madrina de la sonrisa mágica
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PS. *(Descarga el libro)

Utopías renacidas

Era una Cali atravesada la que me tocó vivir, ciudad esquizofrenia, neurótica, bipolar, emocionalmente jodida, oscilante entre el amor y el odio. Para no odiarla tanto me refugié en reminiscencias de generaciones pasadas y ajenas, yo fui de esa generación de los ochentas-noventas, esa misma que vio parir un narco tras otro, mujeres convertidas en muñecas siliconudas y prostituídas ante inacabadas bonanzas cocaleras, carteles ya no de cine o teatro sino de mafia y paramilitarismo  televisados en horario familiar y como espectáculo sus orgías de sangre, banalidad y superficialidad repotenciada. 

Me quería quedar con los colores de generaciones pasadas, solía pensar que las apuestas de presente y futuro emancipado de los años sesenta y setenta habían sido la cuna de los sueños revolucionarios, las utopías y las rebeldías, esas que parecían haberse quedado sepultadas -o al menos eso intentaron hacernos creer- bajo la desesperanza de los escombros del muro de Berlín. 

No entendería hasta muchos años después que las utopías se renacen una y otra vez, no sabría hasta muchos años después que quedaría atrapada en la utopía Frente Unidista del padre Camilo Torres Restrepo.


Lorena López Guzmán


Fotografía tomada en la ciudad de Cali, 2009.